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Usted y yo no vemos las cosas como son. Las vemos como somos.
Henry Ward Beecher

Miradas

Graciela Ianella
Pinturas

Las obras de Graciela Ianella son la geografía donde pueden convivir bellamente ejércitos, árboles, volcanes, mujeres desnudas, niñas jugando, paisajes y ciudades. Dueña de una destreza llamativa; rica en las diversas técnicas que usa para transmitir el conmovedor universo que se despliega frente a los ojos de los que tienen la fortuna de toparse con sus cuadros; con una amplia trayectoria de formación y muestras que hablan de una sostenida elección en el tiempo. Para ESTO NO ES UNA REVISTA hemos realizado una selección de cuadros que abarcan los últimos 7 años de su trabajo; un recorte que pretende ser apenas una muestra del espectro de cosas que Graciela Ianella tiene para decir con pinceladas, texturas y los artificios digitales que ha aplicado en el último tramo de su obra, para brindarnos una serie de volcanes en erupción de donde la fuerza de esta artista surge en explosiones de color.


Francisco Bermejo
Fotografías

El ojo del fotógrafo chileno Francisco Bermejo secciona la realidad en temas que le interesa atrapar con su cámara. Así, una fiesta en la que se baila cueca, el circo hoy, parejas, un terremoto, un bestiario y desnudos femeninos son las piezas con las que arma un muy rico relato. ESTO NO ES UNA REVISTA tiene el agrado de presentarles una selección de trabajos de este fotógrafo egresado de la Escuela de Cine de Chile; quien ha realizado numerosas exposiciones durante los últimos años, entre las que se destaca el trabajo de retratos y paisajes de Rapa Nui, material que se ha convertido en un trabajo documental itinerante que ha sido exhibido en el Museo Antropológico Sebastián Englert, en Isla de Pascua; Porirua Wellington Museum, en Wellington, Nueva Zelanda, Museo de Historia Natural y en la sala de exposiciones de la Universidad del Desarrollo, en Santiago de Chile. Paralelamente trabaja en varias series, de las cuales incluimos obras que componen Retratos de ParejasCirco Hoy, Terremoto y Desnudos. Su serie Cuecas Bravas es el material para el libro Soy la Cueca.


Pablo Picasso | La mirada del deseo
por Andrea Barone

Con obra de diferentes momentos de su producción nos sorprende y conmueve una vez más el señor Pablo Picasso, un gran artista que supo tanto delinear una figura con un trazo, con sus increíbles usos de la línea, como desplegar distintas técnicas para plasmar su arte, una operación, según sus palabras, siempre política. La exposición, realizada en el marco del programa de colaboración internacional con instituciones artísticas –con curaduría de Diana Wechsler se hará una de Antonio Berni allá– curada por Lourdes Moreno –directora de la Fundación Pablo Ruiz Picasso Casa Natal–, está armada por ocho ejes: el cuerpo reconstruido, los cuerpos creados, los cuerpos observados, la gloria del mediterráneo, el eterno femenino, el deseo, la quietud secreta y los amores verdaderos.

Cuerpos desnudos, reinventados parte sobre/contra/al lado de parte, en continuidades discontinuas; artistas pintados, al modo de un montaje de escena sobre la escena; cuerpos bañados por la mirada, atravesados por el erotismo y su particular versión de los efectos de la temporalidad; el enigma femenino y la atracción, el empuje de la causa; los intensos amores que atravesaron su vida, éstas y otras cuestiones son las que atraviesan velada y en ocasiones explícitamente estas obras en una exposición imperdible, que convoca una mirada, nada menos que deseante.

Museo de la Universidad de Tres de Febrero | Valentín Gomez 4838 | Tres de Febrero | Buenos Aires | Argentina
Tel: 4759-3528
www.untref.edu.ar/muntref.htm

Cada una de las cosas iguales | Alberto Ajaka
por Verónica Miramontes

…Hijos que sueñan con padres q sueñan con hijos, que sueñan con padres…” dice uno de los personajes de esta obra. El padre impone un modelo, una ley, un mandato. Hijos que sueñan con sus padres políticos, que se preguntan sobre sus modos, los cuestionan o los aceptan.

Los teatristas a veces tenemos que trabajar con mucha intensidad para superar la teatralidad de la política, los signos que en ella aparecen con tanta fuerza. En este caso, Alberto Ajaka, desde la dramaturgia y la dirección, decidió hacer uso de la misma como tema, como cuestión que indefectiblemente atraviesa la generación de los que ahora tienen entre 30 y 40. De cómo la política contemporánea, con sus míticos sucesos y personajes, puede condicionar los sueños de cada uno, los deseos y las fantasías que tienen sobre su propio país y los otros.

Cada una de las cosas iguales singulariza y a la vez reconoce que no siempre lo del otro es mejor que lo propio o que otro país está mejor que el de uno. En algún punto iguala logrando sostener las particularidades.

Ajaka y sus actores despliegan su poética sobre colchones, allí donde el límite entre el sueño y la realidad puede ser confuso, lleno de deseo, de posibilidad y a la vez tan inexorablemente real.
Y al final una yapa que no quisiera anticipar, como si de pronto estuviéramos viendo otra obra, pero es la misma.

Alberto Ajaka tanto como actor (actualmente trabaja en Ala de Criados de Mauricio Kartún), director y dramaturgo conmueve porque transpira teatralidad, porque propone juego y se anima a jugar, porque instala la ficción con tanta convicción que se hace verdad por el rato que dura la función.

Sala Escalada | Remedios Escalada de San Martin 332 | Villa Crespo | CABA | Argentina
Tel: 4856-0277
www.salaescalada.blogspot.com
Lunes a las 21:00 hs. | Viernes a las 22:00 hs.

El hombre de al lado | Mariano Cohn y Gastón Duprat
por Horacio Garcete

La inquietante dupla Cohn & Duprat (nacidos al conocimiento de la gran audiencia a través de la indefinible y audaz: Televisión Abierta) propone en El hombre de al lado, tercer fruto de su cosecha cinematográfica uno de los filmes más estimulantes de la producción nacional reciente, lo cual es bastante decir.

Si bien el abanico de ponderaciones que pueden proponerse al momento de evaluar la deliciosa, ácida, producción que se comenta es vasto, el común denominador al que puede echarse mano al resumir el cúmulo de virtudes que concita es su sofisticación.

Es El hombre de al lado, ante todo, un producto de cuidada orfebrería, desde la determinación de los espacios en los que se juega, hasta la obsesiva –aunque eficaz– marcación de actores, pasando, por cierto, por la escritura de un guión minucioso que logra condensar y supo prever su eficaz resultado.

Gira la trama en torno a dos vecinos imposibles: Leonardo –interpretado por Rafael Spregelburd–, diseñador industrial de muebles, con reconocimiento mundial, empachado de confort en el ámbito que provoca y propone el desarrollo del conflicto que habrá de relatarse: una casa (“la única en América”) construida por Le Corbusier y Víctor Chovello, vendedor de autos usados, cuyo devenir no podría ser más distinto del que lleva su vecino, de quien lo separa una medianera, papel jugado por Daniel Aráoz. Si Spregelburd hace todo bien, la actuación de Aráoz es preciosista, perfecta. Es con él con quien –en particular– los directores se deleitan extremando el recurso por ambos propuesto en aquel documental que presentaba a políticos otrora poderosos en una intimidad lastimosa, la despareja Yo Presidente, primera experiencia cinematográfica del dúo, aunque en este caso la lente se emplea para el subrayado, sin una finalidad escarnecedora.

Es, precisamente, un primer plano con cámara fija durante las escenas finales del filme uno de sus puntos altos: cuando Víctor se mece en el multipremiado sillón de Leonardo, al cabo de una fiesta que el vendedor de autos –con o sin intención– le arruinará al matrimonio anfitrión, completado con la esposa del diseñador, mala-malísima de la trama, papel jugado por Eugenia Alonso.

Decíamos del conflicto, que nace a causa de la decisión de Víctor de erigir una ventana en la pared medianera, enfrentada a uno de los ventanales de la casa de Leonardo, decisión justificada por el vendedor de autos en la necesidad de que llegasen a su casa: “algunos de los rayitos de sol que a vos te sobran”.

Aunque el guión estereotipe demasiado a los personajes (son parejamente irritantes la tilinguería de Leonardo y la guaranguería de Víctor) su mayor logro, a más de los apuntados, radica en la dificultad –por lo que se dijo– que entraña respecto de la empatía del espectador con alguno de ambos; si el desprecio del diseñador es explícito hacia Víctor –en especial en su esposa, quien trata al vecino de “oscuro”– en el vendedor de autos la comentada construcción de la ventana es el primero de una progresión invasiva de la privacidad de sus vecinos. Al fin de cuentas, ambos se desprecian con parejo desenfado, uno impone su superioridad intelectual, el otro la prevalencia física.

El hombre de al lado, desde la construcción de una anécdota cotidiana, propone un fresco que refleja, a caballo de un lenguaje cinematográfico remarcable, un presente demasiado reconocible, desde los personajes y las situaciones que narra, concomitantemente con una convivencia imposible, cuanto advierte el desenlace –necesariamente trágico– que ese estado de cosas auspicia.

Breves sobre tablas
por Hernán Belardi & Verónica Miramontes

Groenlandia | Damián Dreizik
Unipersonal de Damián Dreizik en el que interpreta a Papik, un esquimal que llega a Buenos Aires, desde su Groenlandia derretida, a trabajar en una fábrica de hielo, sin poder establecer mucho lazo dado que habla un cerrado inuit, huyendo al poco tiempo en una moto del chico del delivery y sorprendiéndose recorriendo la ciudad. Poniendo en escena a este y a otros tres personajes –Gonzalo, Juan José Palos y Greta, con expresiones, posturas y tempos publicitarios representados al dedillo; con esos toques de humor negro muy a lo Dreizik– insiste con su estructura de obra –por momentos hilarante–, casi a pura asociación, que no por repetida es menos efectiva. Contando en esta ocasión con la dirección del teatrista y cineasta Gustavo Tarrío.
Centro Cultural de la Cooperación | Corrientes 1543 | CABA | Viernes y sábados a las 23:00 hs

Nuestros padres | Nayla Pose & Claudio Quinteros
En Nuestros Padres, inspirada en Barranca abajo de Florencio Sánchez, tres hermanas unidas por desgracias en común (enseñanza traumática, pobreza, enfermedad) buscan la libertad y llegan a un galpón abandonado para intentar sobrevivir y tener una vida “normal” y, aún más, “ser felices”. Además de sus bolsos, sólo llevan el legado de sus padres, carga demasiado grande. La hermana mayor trata de imponerse para cuidar a la menor, gravemente enferma, y controlar a la hermana del medio... Un dinero escondido, la enfermedad de la menor de ellas y un perseguidor generan conflictos con su pretendida libertad. “La Libertad es lo que haces con lo que te han hecho, es la cita de Jean-Paul Sartre con la que comienza esta obra emotiva, con un trabajo actoral interesante de quienes le prestan el cuerpo a las tres hermanas; destacándose Rosa, el personaje encarnado por Paz Rotoni. El Teatro Brío es un galpón reconvertido en teatro, en el cual los espectadores pueden ver la obra sentados alrededor del supuesto galpón abandonado donde comienza la historia. H.B.
Teatro Brío | Guatemala 5092 | CABA | Viernes 21.30 hs.

Vientos que zumban entre ladrillos | Diego Faturos
Diego Faturos
además de ser un muy buen actor e integrante de la tan exitosa Familia Coleman, es uno de los jóvenes dramaturgos y directores que forma parte de la póetica teatral contemporánea. Actualmente dirige una obra que escribió hace algunos años en el taller de Ricardo Monti y que finalmente decidió retomar para hacer de ella una interesante relectura llevándola a escena. Veremos al célebre dramaturgo Eugene Ionesco, que en la ficción de Faturos decide quedarse encerrado junto a su hija y un amigo, para escapar del afuera que los ahoga. A estos personajes que comparten una misma cama, no solo los agobian sus pesadillas, lo que queda dormido en esa cama compartida, sino también sus enfermedades, generadas por la propia paranoia. Aunque el piso está inundado y el adentro no ofrece mejores condiciones que el afuera, estos personajes no se animan a salir, a soñar otras cosas, a pensarse diferentes, airosos, con posibilidad de modificar algo y ser modificados hasta la llegada de una asistente social que interviene e interpela, trayendo de afuera novedades como, por ejemplo, que hay sol. Los personajes aquí pueden comenzar a encontrarse entre sí y a ellos mismos en sus sueños, que aparecen como instancia posibilitadora de otra cosa; a escuchar el sonido de un silencio que quizás tenga acordes en los que resuene un mejor porvenir. Un texto sólido y bien dirigido, una buena puesta encarnada por actores a la altura de las circunstancias. V.M.
Timbre 4 | Av. Boedo 640 timbre 4 | CABA | Domingo a las 17:00 hs

Escoria | José María Muscari
Los famosos, las celebridades olvidadas son la columna vertebral de esta obra que trata sobre ese paso del esplendor a la decadencia. Productores nefastos, calculadores y mentirosos se aprovechan de esos artistas para exprimirlos y, una vez consumidos, descartarlos cuando ya no generan dinero, o simplemente, reemplazarlos por otros de menor talla actoral. Esta obra refleja la siniestra experiencia de los actores que vivieron, en carne propia, los efectos de esos productores inescrupulosos; hacen una escenografía viva con su propia historia, que se encargan de contar en pequeños monólogos. De esta manera, el director Muscari refleja y homenajea a todos estos actores olvidados, la gran mayoría antiguas glorias de la televisión. Recuerdos, tristezas, alegrías, quejas y una muy relajada y buena actuación hacen muy entretenida a Escoria. La historia arranca con el festejo de cumpleaños de Dino Escoria, productor y última esperanza que tienen los protagonistas para volver a las tablas, quien nunca llega a la fiesta. Entre sandwichs de miga, porciones de torta, bonetes y pequeños musicales empiezan las reflexiones de los artistas. Una suerte de "gracias" para aquellos famosos que, a pesar del olvido de su público, nos hacen reflexionar sobre la vida. H.B.
Teatro Regina | Av. Santa Fe 1235 | CABA | Domingos a las 17:00 hs.

El teatro independiente como posibilidad de una singularidad
por Verónica Miramontes

El hacer teatro independiente tiene, además de muchos obstáculos, una difícil pero valiosa posibilidad de crear, sin el mandato de un padre que regula, principalmente el dinero. Crea entonces a partir de la falta, hace con ésta y de ésta la materia, produce otra teatralidad sin depender de otro. Se dispone a producir con el malestar que genera ese vacío/falta: lo tedioso de encontrar un horario común de ensayo entre los integrantes del proyecto, ya que cada uno además trabaja de alguna otra cosa para poder sustentarse económicamente; el reciclado de energía que hay que hacer para llegar al ensayo con el cuerpo dispuesto a trabajar después de un largo día de trabajo; lo complicado de conseguir una sala para montar el espectáculo y que además pueda guardarse ahí la escenografía, etcétera.

Pero es un hacer en el que se genera desde lo que no hay y se construye con el vacío-agujero, no en él. Y eso produce otro sentido que es el no esperado. Uno va al teatro oficial o comercial y sabe más o menos con lo que va a encontrarse, ya se sabe lo que se va a ver a esos teatros. En cambio, uno va a una sala de teatro off y eso de por sí le genera otra cosa: desde miedo, curiosidad, desconfianza,  una diversidad de efectos. Porque es otro lugar,  no se sabe si la función comenzará en el pasillo, en la propia sala y tampoco se sabe bien lo que se encontrará ahí. No se sabe y quizás se sepa menos aun incluso al salir de la función. Porque a lo mejor tampoco se trate siempre de saber. Aunque desde luego que no todo el teatro independiente es interesante, pero lo interesante está en animarse a producir desde el propio lugar y no desde el lugar del otro, desde el deseo del otro que determina, entre otras cosas, cuánto dinero merece una obra (que además bien sabemos que el dinero que se regula para el teatro es siempre poco o es una suma más o menos digna porque algo de eso da un status en la elite cultural).

En definitiva, hacer teatro independiente es decidirse a vivir en la búsqueda constante de la materialidad del propio deseo que no es el deseo del otro. Es dejar caer al padre, que nos indica cuándo podemos actuar y cuándo no, por ejemplo, y dejar de estar pendientes del llamado de otro. He aquí un por qué hay una cantidad de actores que se han puesto a escribir y armar sus obras desde un no saber dirigir, no saber escribir, pero sí saber actuar y crear desde la dramaturgia de actor. Aunque es difícil sostener un elenco y un proyecto independiente porque la falta de un padre regulador comienza a operar en cada quien, en cada integrante, cada ser humano, con sus elecciones y susceptibilidades singulares, de un modo muy diferente. Pero los grupos que prosperan son los que lo hacen, y hacen sosteniendo con mucha pasión su deseo, algunos incluso luego se convierten en compañías teatrales, llegando a producir una estética teatral propia, dado que la singularidad se da en la medida en que nos parecemos más a nosotros mismos.

Soñar, soñar | Leonardo Favio
por Horacio Garcete

“Yo nunca tuve padre ni madre.
 Mejor dicho, es que los perdí.
Mi padre, mi madre, fue la Municipalidad.
Y aunque yo tenía el puesto,
me daban un traje en invierno y otro en verano,
y me prestaban una bicicleta, yo no cambié nunca.
Siempre fui el mismo para mis amigos.
Y ahora que me voy a Buenos Aires a trabajar de artista,
también los voy a recordar, nunca los olvidaré, nunca.”
Charlie, en el asado de despedida

Para quien se considere un militante del favismo duro y puro –tal el caso de quien escribe-, el análisis, la mera evocación de la producción filmográfica de Leonardo Favio supone, a la vez que una experiencia de inquietante deleite, un ejercicio de gozosa emoción.

Nada nuevo digo al postular que todo artista se expone desde su obra, sólo que Favio subraya esa particularidad a través de sus películas, mediante las cuales se exhibe al desnudo, compartiendo esperanzas, deseos, frustraciones, violencias propias y ajenas, notas autobiográficas. Favio es, ante todo, un provinciano – a la vez que periférico-; origen que determina el sentido y la temática de los filmes que escribió y filmó.

Memoria y balance, a su vez, de lo vivido por los menos favorecidos en el país durante los últimos 50 años, el cine de Favio da cuenta de los avatares (políticos, económicos, sociales, culturales) que atravesaron esos sectores, a los cuales consagra su producción. Sus relatos hacen pie en historias, por lo común mínimas, encarnadas por personajes que apelan al nervio del pobrerío peronista –en especial, provinciano.

La película que se reseña, con la excusa de la entrega que por estos meses auspicia el diario Página/12, ha sido considerada la “maldita” en la obra de Favio: Soñar, soñar. Estrenada en julio de 1976, fue muy mal recibida por la crítica especializada de entonces, cuestión tratada por el director: “Había caído el peronismo y tener la menor piedad con Leonardo Favio era tener piedad con todo el peronismo. Con esa película de mi filmografía hubo un ensañamiento. Leyendo las críticas de Soñar, soñar habría que preguntarse cómo Favio entró en esa decadencia intelectual y narrativa tan abrupta. A Soñar, soñar la están descubriendo ahora. En su momento no la quisieron ver.”(1)

Soñar, soñar se cimenta en una historia en principio trivial que relata el derrotero de un muchacho del interior (Carlos-Charlie), dueño de una sencillez que roza la debilidad mental (“es una bestia, u-na bes-tia” dirá de él su compañero de penurias) quien deja atrás lo poco que tenía (muchísimo en su caso, como da cuenta la cita del inicio) para “ir a Buenos Aires a trabajar de artista".

El disparador de esa decisión en ese muchacho desangelado nace de su encuentro con Mario, el Rulo, artista trashumante que trajinaba boliches rurales a cambio de unas monedas, con la representación de números de “fonomímica”. De paso por el pueblo de Carlos, al encontrárselo, le hace notar su parecido físico con Charles Bronson, coincidencia que decide a Charlie (de tal parecido, tal apodo) a dejarlo todo para seguir a ese busca, primera y esencial provocación de la película: sólo aquel que pueda dar un testimonio fiel del imaginario provinciano es capaz de elucubrar una alternativa como esa. A Carlos-Charlie lo encandila un perdedor.

Esa sensibilidad en el relato se acentúa desde las performances del dúo protagónico, otra audacia de Favio, quien echó mano a dos figuras famosas por disciplinas ajenas a la actuación: Carlos Monzón y Gian Franco Pagliaro. Aunque escarnecidas en su momento, las actuaciones de los protagonistas aparecen con el paso de los años ajustadísimas, al punto que la historia no parece concebible sin la carnadura de ambas actuaciones.

Producido el previsible fracaso del dúo en Buenos Aires, nace el conflicto: El Rulo –no obstante se considera un artista consumado- evidencia más aptitud para el robo menor que para el arte (¿referencia autobiográfica de Favio?), cuestión que interpreto como una denuncia implícita del lugar que aquella Buenos Aires destinaba a los artistas, que lo expone, sino lo condena, a la pobreza. Charlie, a su vez, da cuenta de su inutilidad total, huérfano de lo que lo había constituido hasta entonces: la Viejita, recientemente fallecida, los amigos del pago, el cargo de ordenanza en la Municipalidad, los trajes que le daban en invierno y en verano, la bicicleta que le prestaban. Otra nota inquietante de la película la presenta su discurso que, según la mirada del espectador, motivará la risa burlona o la emoción sincera.

Mario le confiesa a Charlie su dolor por el abandono del enano que lo acompañaba en sus shows (Carmen, papel jugado por Carmelo Milazzo). Charlie se indigna por la actitud del enano, haciéndole saber a Mario que él nunca se comportaría de esa manera. La multitud que lo había acompañado en ocasión de la muerte de su madre probaba que era muy querido, porque era una buena persona (excusa que Favio encuentra para que Nora Cullen regale unos segundos de su talento, como para recordarnos que estamos ante una actriz excepcional), evocación que Mario aprovecha para recitar un poema a la madre, propio de la pluma de Héctor Gagliardi.

La revalorización actual de la hasta entonces despreciada Soñar, soñar (quiebre en la carrera de Favio: no volvería a filmar nada que no hubiese pensado o escrito antes; catástrofe comercial contrastante con las inmediatas y exitosas Juan Moreira y Nazareno Cruz y el lobo) no nace de esnobismo alguno, que advierto en cierto rescate del inefable (e intragable) Armando Bó, sino que hace justicia con una obra mayor que no mereció ese maltrato.

La escena final presenta a los dos amigos en la cárcel la cual, según  confesó Favio: “la hice movido por todo lo que estaba aconteciendo en la Argentina. «Al fin lo logramos», pensaban los que jodieron tanto con el gobierno constitucional. Y bueno, yo quería decirles si ése era el propósito, lo lograron. Ya estábamos todos presos”.  

Se los ve a gusto a los protagonistas, felices por primera vez, desenlace que propone que, aunque estemos todos presos, no podrán con la alegría popular; y que resalta el texto que Charlie debió haber pronunciado en el rodaje de la película y que no supo decir, profesión de fe del realizador frente ante una época que se anunciaba muy difícil: “antes muerto, que vencido”.

(1) “La Vida de Favio” en: http://www.lavidadefavio.com.ar/sonar.htm