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El jarrón da forma al vacío y la música al silencio.
Georges Braque

Sonoridades

Band of Joy | Robert Plant
por Alejandro Feijóo

Band of Joy (Rounder Records | 2010)
Por primera vez en su carrera solista (una docena de registros eclécticos no siempre afortunados) la Voz del rock no antepone su nombre y apellido al título de la placa. En esta ocasión recupera una denominación colectiva, Band of Joy, el grupo que el propio Robert Plant y su amigo John Bonham supieron abandonar para formar parte de Led Zeppelin allá por el iniciático 1968.

Tras vender tres millones de copias con Raising Sand (firmado junto a Alison Krauss) y de rechazar una reunión de Led Zeppelin (se habló de ofertas de cien millones de dólares) Plant ha decidido volver a sus fuentes con un disco sólido, por momentos exquisito, en el que una docena de canciones atadas a su pasado nos explican por qué el más carismático de los Zeppelin prefiere recostarse en un formato a la medida de su curiosidad artística y no en la megalomanía que hubiera desatado la incierta vuelta a los escenarios de los Zepp.

Las canciones de Band of Joy destilan luz y oscuridad, psicodelia y aires folks, riffs barrosos y cierto espíritu pastoral, en una escucha que se va digiriendo como se digieren las confirmaciones de la adultez: sin hambre al principio y con gula al final. De la mano del productor Buddy Miller, temas como Angel Dance (original de Los Lobos), House of Cards, You Can't Buy Me Love (no sólo el título tiene un eco beatle) o el gospel Satan Your Kingdom Must Come Down nos traen la esperanza de que la vueta a los orígenes emprendida por Plant no constituya ni un nuevo comienzo ni un viejo final, sino más de su carrera ávida y honesta.

Escuchar Angel Dance


Ledd Zeppelin III (Atlantic Records | 1970)
De fiasco histórico a placa imprescindible, Led Zeppelin III cargará durante toda la eternidad con el sambenito de ser el “disco acústico” de un cuarteto que hasta octubre de 1970 se había dedicado a romper tímpanos y acaso noviazgos, pero nunca almas. Precisamente por esos comienzos atronadores de la banda (dos años de carrera, dos discos demoledores, conciertos maratonianos, la caterva de groupies…) Page y Plant deciden relajarse pasando una breve temporada en una pequeña granja galesa. El resultado es una paleta musical de lo más bucólica (y también eléctrica) que enmudeció al público e hizo vociferar a la crítica.

En honor a los matices, la cara A de Led Zeppelin III es una locomotora de rock duro en el que, cierto, se dejan oír apuntes cristalinos que acaban de madurar en el lado B, un chorro de fervor electroacústico que ha acabado por elevar el álbum al cenit de sus fans más metálicos. Fuera de categoría encontramos Since I`ve Been Loving You, un blues en el que Jimmy Page deja claro por qué su estilo ha sido uno de los más influyentes de la historia del rock.

Las malas críticas iniciales recibidas por el disco no cayeron bien al cuarteto. Ello, unido al alto grado de exposición pública de la banda, condujo a los Zeppelin a practicar un ejercicio de rebeldía y oscurantismo que acabaría constituyendo la base sonora de su próximo trabajo, más conocido como Led Zeppelin IV. Bendita rabia.

Escuchar Since I`ve Been Loving You

Apaga y vámonos...
por Van Gogh i Tysson

Esperaba encontrar una caterva de temas llamados: La cama, pero no fue así. Queda la inquietud abierta a los sociólogos y los muebleros sobre por qué sólo Lou Reed tituló un tema con el nombre de ese objeto tan polifuncional y sugerente.

En 1973, Reed edita Berlín. The bed es uno de sus temas, donde cuenta la historia de una prostituta alemana y un yonqui yanki y logra el disco más triste de su carrera. Los críticos lo hacen pedazos y no sale de gira con él sino hasta el 2006, que es cuando lo vuelve a grabar en vivo.

Allá por los primeros 70 La Familia Telerín (para qué seguir ocultándolo: eran  unos huerfanitos explotados laboralmente) avisaba del fin del horario de protección al menor y nos ponía tristes pues nos mandaban a la cama. Hoy, unos cuantos años después  y con la invalorable ayuda de un native-tech –Nico (no la de la Velvet)– incursiono en el mundo del mash-up multimedia y les presento este clip con olor a súper 8 junto con la letra traducida de la canción. Buenas noches y felices sueños.

La Cama

Aquí es donde recostaba la cabeza
cuando se iba a la cama por la noche.
Y aquí es donde concebimos a nuestros hijos.
Velas iluminaban la habitación por las noches.

Y aquí es donde se cortó las venas
aquella extraña y fatídica noche.
Y yo dije, oh, oh, oh, oh, oh, oh, que sensación.
Y yo dije, oh, oh, oh, oh, oh, oh, que sensación.

Aquí es donde vivíamos.
Pagué por ello con amor y sangre.
Y éstas son las cajas que guardaba en el estante
llenas de sus poemas y sus cosas.

Y ésta la habitación en donde agarró la gillette
y se cortó las venas aquella extraña y fatídica noche.
Y yo dije, oh, oh, oh, oh, oh, oh, que sensación.
Y yo dije, oh, oh, oh, oh, oh, oh, que sensación.

Nunca hubiese empezado si hubiese sabido
que iba a terminar así.
Pero es curioso, no estoy nada triste
de que haya terminado así.

Aquí es donde ella recostaba la cabeza
cuando se iba a la cama por la noche.
Y aquí es donde concebimos a nuestros hijos.
Velas iluminan intensamente la habitación por las noches.

Y aquí es donde se cortó las venas
aquella extraña y fatídica noche.
Y yo dije, oh, oh, oh, oh, oh, oh, que sensación.
Y yo dije, oh, oh, oh, oh, oh, oh, que sensación.


Gershwin, el hombre que amamos | Jorge Navarro & Ernesto Acher
por Javier Martínez

Fue el propio Ernesto Acher el que usó, refiriéndose a la música de George Gershwin, una palabra que es la apropiada para resumir, en cuatro letras, lo que fue Gershwin, el hombre que amamos, en el Teatro Coliseo: lujo. Si las despedidas tienen, por lo general, algo de tristeza por la ausencia, esa forma de lo que ya no será, esta se escapó de los cánones por la variante del disfrute, la alegría de tocar y escuchar, del placer de participar del encuentro del trío de Jorge Navarro con la orquesta sinfónica dirigida por Acher con el arte del gran músico yanqui, muerto a los 39 años. Y si a esta mezcla deliciosa le sumamos que gran parte de los arreglos escuchados fueron pensados, construidos y legados por el inmenso Baby López Furst, lo que queda no es más (ni menos) que una hora y media de un intenso transitar por la música de quien logró amalgamar la música clásica con la popular; el refinamiento de los escenarios más exigentes y de la formación académica, con la improvisación, la intuición y el poder masivo de las mega producciones de Hollywood.

Aquellos desacostumbrados a escuchar a una orquesta sinfónica, tuvieron la oportunidad de acercarse a la maravillos profusión de violines, triángulos, timbales, cellos, contrabajos y vientos tan precisos y jugados como la batuta inquieta, en exploración, no en movimientos, del ex-Les Luthiers. Aquellos que disfrutamos de escuchar a una orquesta sinfónica tuvimos la oportunidad de disfrutar de una muy interesante variante de lo que puede una poderosa formación musical clásica imprimirle a la música popular. Y para que la ligadura resultara mágica, ni los unos ni los otros nos quedamos con ganas de explorar lo que resulta de la mixtura con un trío clásico de piano, contrabajo y batería. Jorge Navarro, Carlos No sé y No sé Casalla, respetando el orden de los instrumentos citados, fueron los maravillosos artífices de darle a la obra de Gershwin una lectura, López Furst mediante, con toda la generosidad, la riqueza y la apertura estética del jazz. De hecho, esa potencia que los tres le sumaron a los más de 30 músicos ataviados a la usanza paqueta de la música clásica, fue la que más aplausos cerrados logró, luego de las interpretaciones inolvidables de los temas Got Rythm, Who cares? y Fascinating rythm, que se convirtieron en las perlas de la noche, gracias a los solos de piano, contrabajo y un fantástico solo de batería en manos del maestro Casalla.

Como era de esperar, habiendo compartido los responsables del trío y la orquesta esa banda llamada La Banda Elástica, que el humor estuviera presente a lo largo de la velada. Como dos viejos amigos que se gastan en un asado, Navarro y Acher se la pasaron a lo grande intercambiando palos y alabanzas, mezcla que no habla sino del respeto mutuo que se tienen, se profesan en público y dejan notar en cada una de las intervenciones. Hacia el fin de la despedida (según sus responsables, el espectáculo que siempre vuelve ya no volverá), los grandes éxitos de Gershwin se vieron coronados con un esperable compilado de temas presentes en la que fuera la obra más controvertida y exitosa del músico: Porgy & Bess. Claro, el público que colmó la sala quería más. Y hubo una más, ese "viejo truco de siempre" según el pianista argentino, que no fue sino una certificación de la calidad y la calidez con que trataron a la música. Pero ese insaciable muro devorador de música, esa masa con las manos calientes de aplaudir no se iba a quedar conforme. Así fue como repitieron, ya sin más repertorio al que acudir, uno de los temas que nos hicieron volar hacia la década de 1930 en el país del norte. Y, por fin, los músicos y la música dejaron colmados a los espectadores de un verdadero y gran lujo. La ovación final fue el modo humilde que tuvimos los afortunados espectadores para retribuirles un poco de tanta pasión y buena música. Apuesto doble contra sencillo a que el mismísimo Gershwin hubiera disfrutado de esta noche cercana a la primavera, a pocos días de conmemorarse los 112 años de su nacimiento.

Third | Big Star
Rykodisc | 1978

A pocos meses de fallecido uno de sus líderes históricos, Alex Chilton, recomendamos recordar al hombre de Tenesse con este precioso disco. Third, como su nombre lo indica, fue el tercer álbum de los norteamericanos, grabado en 1974 y lanzado al mundo, cuatro años después, por el sello Rykodisc. No alcanza con poner este trabajo en el tope de una lista de mayor a menor porque excede los términos mejor o peor. Third va mucho más allá de eso porque apuesta a un sonido innovador, con claras influencias de las grandes bandas de la escena británica de fines de los '60, pinceladas de psicodelia y raíces de rythm & blues, rocn'n'roll y muchas otras etiquetas e influencias cuya abundancia no dice sino de la imposibilidad de definir a Big Star poniendo a un otro como ejemplo. Y que Alex Chillton repose en mullidos acordes.

Escuchar For you
Dead bees on a cake | David Sylvian
Virgin Records | 1999

En este disco de Sylvian, esperado durante más de una década, coinciden varios aspectos extramusicales que contribuyon a ahondar la diferencia de opiniones al intentar ponderarlo: su cresta de la ola amorosa con Ingrid Chávez; una complicada colaboración musical con su amigo Ryuichi Sakamoto; el encuentro con la supuesta santa hindú, Shree Maa, cuya voz incluye en el tema Praise; y el punto final de su relación comercial con Virgin Records. Una tremenda producción y una contundente compañía de músicos consagrados (Bill Frisell, Talvin Singh y Marc Ribot se suman a los ya citados) ayudaron a que fuera muy cuestionado y castigado por la prensa. ¿Qué sucede entre el primer track en el cual Sylvian se rinde, capitula, y el último en el que se representan los sueños más oscuros? Un dechado de hermosas melodías, de búsquedas y experimentaciones y nuevas puertas hasta entonces no abiertas; un disco íntimo y universal como pretende el budismo que lo desborda.

Escuchar I surrender

Breves: las herederas de la Dama de la Voz de Hielo

Les proponemos disfrutar de 3 discos de cantantes femeninas que tienen, a nuestra escucha, algún punto de contacto con Joni Mitchell. Y, como no podía ser de otro modo, les contamos qué nos parece que tienen que ver estas 3 damas con la grandiosa cantante canadiense.

Katie Melua es la encarnación acústica de la Mitchell y, quizás, la que más se le acerca en popularidad comercial. Es decir, la que se lleva la parte menos rica de la herencia, aunque parezca una paradoja. Nacida en Georgia, en la ex-URSS, apenas siendo una niña bonita ganó un concurso de talentos de tevé y en 2004 se convirtió en la artista más taquillera de Gran Bretaña, lugar en el que vive y del cual se hizo ciudadana. Melua devino songwriter hecha y derecha; niña folk con una voz cercana a lo angélico, transparente como agua de montaña; retoma el aire más inocente de Joni y lo usa como el perfume de su producción. En su disco The Katie Melua Collection se la puede apreciar en toda su dimensión. Con momentos que rozan lo mágico; otros de una simpleza que hace que campos de heno y algún Ingalls puedan completar un cuadro imaginario; y otras en que parece que sumergimos la cabeza en una masa etérea y melosa. Pero igual nos gusta.

Si de trasplantadas de su tierra natal se trata, escuchar a la rusa, conversa norteamericana, Regina Spektor es encontrarse con una de las voces más cercanas a la de Joni Mitchell. En modulaciones, intenciones, climas, frialdad, destreza y limpidez. Pero esa coincidencia tonal no opaca lo que Spektor propone como artista: una mixtura de estilos, un apretado tejido de mundos simbólicos, un fajo de influencias que van de Rusia a EE.UU., del hopak al punk. Su inquietud por la exploración melódica, por tomar el riesgo de renovarse y jugarse cartas estéticas fuertes la acercan aún más a la cantante canadiense. En su disco Songs (2002) se puede apreciar con creces su voz, tan potente, única y propia que, aún así, parece de otra...

k. d. lang es, sin lugar a dudas, quien tiene la talla de artista de la Dama de la Voz de Hielo y quien mejor representa eso que podemos llamar estilo propio. De hecho, lang es quien se destaca por sobre otros grandes cantantes y músicos en el disco A Tribute To Joni Mitchell. En su precioso álbum Hymns of the 49th parallel (2004) retoma un par de composiciones de la canadiense y desenvuelve su maravillosa voz en dos tremendas versiones de Jericho y A case of you. Y también dejarse llevar un poquito más allá, en ese paraíso vocal en el cual se entraman Neil Young, Leonard Cohen y un gran seleccionado de músicos de Canadá, de donde lang también es originaria.