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Un clásico es un libro que nunca ha cesado de contar lo que tiene que contar
Italo calvino

Escritos


Poemas lácteos

Como era de esperar, la leche y la poesía se han entramado de los más diversos modos. Esta selección tiene como objetivo mostrar parte de esa geografía diversa que merodea las obras de André Breton, Rabindranath Tagore, José de Espronceda, Marosa Di Giorgio, Vladimir Maiakovski, Paul Celan, Antonin Artaud y tantos otros, justa o injustamente excluidos en esta oportunidad...

Fuga de la muerte | Paul Celan

Negra leche del amanecer la bebemos de tarde
la bebemos a mediodía de mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos la fosa en los aires allí no hay estrechez

Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete
escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines
silba a sus judíos hace cavar una fosa en la tierra
nos ordena tocad a danzar

Negra leche del amanecer te bebemos de noche
te bebemos de mañana a mediodía te bebemos de tarde
bebemos y bebemos

Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete
Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez

Grita cavad más hondo en la tierra cantad y tocad
agarra el hierro del cinto lo blande son sus ojos azules
hincad los unos más hondo las palas los otros seguid tocando a danzar

Negra leche del amanecer te bebemos de noche
te bebemos de mañana a mediodía te bebemos de tarde
bebemos y bebemos

Vive un hombre en la casa tu cabello de oro Margarete
tu cabello ceniza Sulamita juega con las serpientes
Grita que suene más dulce la muerte la muerte es un amo en Alemania  
grita más oscuro el tañido de los violines así subiréis como humo en el aire
así tendréis una fosa en las nubes allí no hay estrechez

Negra leche del amanecer te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un amo en Alemania
te bebemos de tarde y mañana bebemos y bebemos
la muerte es un Maestro en Alemania su ojo es azul
él te alcanza con bala de plomo su blanco eres tú
vive un hombre en la casa tu cabello de oro Margarete
azuza sus mastines a nosotros nos regala una fosa en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un amo en Alemania

tu cabello de oro Margarete
tu cabello de ceniza Sulamita

Vermeer | Wistawa Szymborska

Mientras esa mujer del Rijksmuseum
con esa calma y concentración pintadas
siga vertiendo día tras día
leche de la jarra al cuenco
no merecerá el Mundo
el fin del mundo.


Lloraba recio, golpeando, oscuro... | Rafael Alberti

Lloraba recio, golpeando, oscuro,
las humanas paredes sin salida.
Para marcarlo de una sacudida,
Lo esperaba la luz fuera del muro.

Grito en la entraña que lo hincó, futuro,
Desventuradamente y resistida
Por la misma cerrada, abierta herida
Que ha de exponerlo al primer golpe duro.

¡Qué desconsolación y qué ventura!
Monstruo batido en sangre, descuajado
De la cueva carnal del sufrimiento.

Mama la luz y agótala, criatura,
Tabícala en tu ser iluminado,
Que mamas con la leche el pensamiento.


Poeta negro | Antonin Artaud

Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araña el corazón de la vida.

Selva, selva, hormiguean ojos
en los pináculos multiplicados;
cabellera de tormenta, los poetas
montan sobre caballos, perros.

Los ojos se enfurecen, las lenguas giran
el cielo afluye a las narices
como azul leche nutricia;
estoy pendiente de vuestras bocas
mujeres, duros corazones de vinagre.


Versión de Aldo Pellegrini

Cintia deleitosa | Porfirio Barba Jacob

Como una flor arcana, llameando
bajo el turquí del cielo apareció.
Fue su amor mi almohada matutina;
su seno azul, de gota coralina
en el pezón, de noche mi almohada.

Y era esencia tan dulce y regalada
la de su carne en flor, la de su boca
por enjambres de besos habitada,
la de su axila, ¡leche con canela!,
que un ansia de gozarla me extenuó.

Cintia concentra la onda de la vida.
el campo es de Ella y grana para Ella.
Mi sangre está en su carne consumida;
su alma radia con mi luz ardida,
y ella está en mí porque yo estoy en Ella.

-Dame tu axila, ¡leche con canela!
Dame tu beso, dámelo, y la lengua
fina y caliente y roja y ternezuela...

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
fatiga dulce, letal desvarío...
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
No más, amorcito mío,
que me muero...


Lo que resultó | Vladimir Maiakovski

Más de lo que se puede,
más de lo que hace falta,
como si colgara de mí,
un delirio poético.
El apéndice del corazón creció agigantado.
Una mole de amor,
una mole de odio.
Debajo del peso -las piernas-, tambaleando se mueven.
Tú sabes,
yo estoy bien formado,
y sin embargo,
cargo el complemento del corazón,
encorvado de hombros,
y me hincho de leche de versos
y no puedo irme,
a donde,
total igual me lleno de nuevo.
Estoy lánguido de lirismo.
¡Oh nodriza del mundo,
hipérbole,
imagen de Maupassant!


Un carajo impertérrito, que al cielo... | José de Espronceda

Un carajo impertérrito, que al cielo
su espumante cabeza levantaba
y coños y más coños desgarraba,
de blanca leche encaneciendo el suelo,

en su lascivo ardor, cual Monjibelo,
nunca su seno túrgido saciaba
y con violento empuje penetraba
hórridos bosques de erizado pelo.

Venció a la humanidad; quedó rendida
la fuerza mujeril; mas él, sediento
siempre y siempre con ansia coñicida,

leche despide y mancha el firmamento,
dejando allí su cólera esculpida
del carajo en eterno monumento.


Ramillete | Rabindranath Tagore

Mis flores eran como leche, miel y vino.
Las até con una cinta dorada, en ramillete,
pero burlaron mi cuidado vijilante y huyeron lejos;
y solo me queda la cinta.
Mis canciones eran como leche, miel y vino.
Estaban presas en el ritmo de mi corazón palpitante,
pero tendieron sus alas y huyeron lejos, ¡tesoros de mis horas ociosas!,
y mi corazón late en silencio.
La hermosa que amé era como leche, miel y vino.
Sus labios, como el rosa del alba; sus ojos, negros como abeja.
Yo callaba mi corazón, no fuera a asustarla, pero ella se fue,
como mis flores y mis canciones; y me ha dejado mi amor solo.


Un hombre y una mujer absolutamente blancos | André Breton

En el fondo de la sombrilla veo a las maravillosas prostitutas
Con su vestido un poco ajado junto al farol color de los bosques
Se pasean con un gran pedazo de papel mural
Como no se puede contemplar sin que se oprima el corazón
          los viejos pisos de una casa en demolición
O una concha de mármol blanco desprendida de una chimenea
O una red de esas cadenas que detrás de ellas se enredan
El gran instinto de la combustión se apodera de las calles
          donde ellas permanecen
Como flores asadas
Los ojos levantando a lo lejos un viento de piedra en los espejos
Mientras se abisman inmóviles en el centro del torbellino
Nada iguala para mí el sentido de su pensamiento desaplicado
La frescura del arroyo en el que sus botines mojan la sombra de su pico
La realidad de esos puñados de heno cortado en donde desaparecen
Veo sus senos que ponen una punta de sol en la noche profunda
Donde el tiempo de inclinarse y erguirse es la única medida
          exacta de la vida
Veo sus senos que son estrellas sobre olas
Sus senos en los que llora para siempre la invisible leche azul


Versión de Manuel Álvarez Ortega

La naturaleza de los sueños | Marosa Di Giorgio

Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre; pero, luego, ella apartaba un poco,
volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba
a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra vez, aquello horrible y raro.