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Mi arte se basa en una única reflexión: ¿por qué no soy como los demás?
Edvard Munch

Miradas


Fotos: Silvana Muscio
ArteBA 2011: un recorrido

Pinturas

La 20° edición de la feria de galerías de arte ArteBA no sólo es un fenómeno en sí, sino que también es un punto de partida para pensar, en su devenir, la interacción entre arte y sociedad. Si uno se toma el trabajo de recorrer el sitio de la Fundación y leer la perspectiva histórica de las ferias iniciadas en 1991, despejando los ribetes más marketirneros de los textos, podrá tener una idea de cómo fue cambiando el carácter, la afluencia de público y sus movimientos respecto de lo que sucedió en cada uno de los años en los que abrió sus puertas al público, la apuesta al crecimiento, el paso de la endogamia al arte latinoamericano.

En esta ocasión, la inmensidad de la feria fue uno de los comentarios de quienes circulaban por los pasillos, más populosamente poblados en el avance del día hacia la noche, con una oferta muy variada que incluye historia y tendencias, artistas clásicos y emergentes, puesta en obra de quienes profundizan tendencias o consolidan trabajos estéticos de probada trayectoria.

Hay algo que es una evidencia, sin ánimo de disvalor alguno: la feria de galerías de arte ha tomado una envergadura notable y, junto con ese movimiento expansivo, a profundizar sus puntos de contacto con el coleccionismo, la venta, la exhibición con la mira puesta en el mejor precio posible para una obra de arte y la ubicación en el mercado de tal o cual artista.

Ya será tiempo de recorrer las premiaciones y las adquisiciones más importantes para poder tamizar los verdaderos efectos del arte en quien lo mira. Partiendo del supuesto de que la obra conmueve al espectador, se verá si la apuesta va más allá de la simulación y se constituye en obra de arte; si da un paso por sobre la tendencia y se consolida como apertura de un mundo simbólico mucho más rico. Efectos del tiempo, en el mientras tanto, ArteBA sigue siendo un camino en el cual tomar contacto con el paisaje ecléctico de la escena plástica mundial, contrariando a aquello de que vente años no es nada en la febril mirada de quienes disfrutamos del arte contemporáneo.

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Oscar Pintor
Fotografías

En este nuevo número de ESTO NO ES UNA REVISTA seleccionamos una veintena de fotografías de la serie Restos de la Inundación del fotógrafo Oscar Pintor. Imágenes que mezclan el deterioro con los colores saturados de los negativos, recortes que ponen al espectador en una posición de búsqueda y rastreo de sus formas fantasmáticas. Esta serie a todo color, propone un doble recorte: el de la mirada del fotógrafo y el de la manipulación de ese material fragmentario. Encontrarse con estos restos es una buena oportuinidad para pensar qué es la fotografía, qué narra y con qué artilugios estéticos cuenta para ello.

Oscar Pintor nació en San Juan, Argentina, en 1941. Es fotógrafo, diseñador gráfico y creativo publicitario. Fue el creador de FotoEspacio, la galería permanente del Centro Cultural Recoleta. Sus obras fueron expuestas en Argentina, Francia, Brasil, EE.UU. ,España, Holanda y Bélgica.

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Torres García en el Museo de la UNTREF
por Andrea Barone & Javier Martínez
Fotos: Juan Pedro Calabrese

"Una imagen esquemática que sea la idea gráfica de una cosa será para nosotros un documento precioso".
Joaquín Torres García

El epígrafe marca una de las paredes del Museo de la Universidad de Tres de Febrero (MUNTREF), espacio que desde hace una década ofrece al público muy interesantes muestras de arte; y pertenece al pintor nacido en Montevideo, Uruguay, en 1874. La vida de Torres García incluye viajes a diversos puntos del planeta, algunos por motivos familiares, otros por propia elección, otros motivados por la profundización de su arte. Esos puntos geográficos incluyen ciudades que, en el tiempo, se han erigido como bastiones del arte: Madrid, Barcelona, París, New York. Conocido como el creador de lo que denominó Arte Constructivo, a partir del año 1930, previamente a su regreso a su Montevideo natal, donde falleció en 1949 a la edad de 75 años. Entre sus legados en obra más importantes se encuentra uno que entendemos como una síntesis de su estética (en correlación con la definición de Roberto Santoro: Estética, ética est): el Monumento Cósmico Constructivo, construido en granito y en el cual muestra con evidencia su interés por el arte de los pueblos originarios de América Latina.

Si el propio valor y peso de la obra plástica de Torres García bastan para justificar la exposición de sus trabajos, la apuesta del MUNTREF va un paso más allá: la muestra recibe al público con una selección de trabajos de quienes fueran alumnos del taller del pintor uruguayo. Este primer acercamiento, llamado Norte en el Sur. El legado de Joaquín Torres García fue curado por Laura Malosetti Costa, quien nos contó cuál fue el criterio de selección de estos trabajos: "El criterio de selección fue doble: por un lado tratar de abarcar varias generaciones de artistas formados con Torres García, tanto en la Asociación de Arte Constructivo y el Taller Torres García; y por otro lado, tomar artistas discípulos de esos discípulos". La influencia del maestro es notable. No tanto por resultado de una estética afín a la de Torres García sino porque queda claramente plasmado uno de sus principios fundamentales a la hora de crear: la búsqueda de la voz propia. "Quería que la muestra tuviera una impronta rioplatense y mostrar cómo esos discípulos de discípulos van tomado un camino propio, alejado de la impronta tan fuerte. Los caminos hacia la figuración, hacia la abstracción; los caminos que cada uno de ellos hizo", define Malosetti Costa. En el mismo rumbo está la elección del montaje de la serie que plantea la curadora: "Fue una elección estética. Agrupar las obras que tenían mayor empatía entre sí. No es un montaje cerrado, riguroso. Es un paneo por esos caminos disímiles. Lo que planteamos fue ubicar las obras que dialogan entre sí. Me gustaba la idea de mostrar cómo los discípulos trabajaban con otros materiales, con otros formatos; de qué manera escultura y pintura se mezclan, se entremezclan".

La muestra de obras del uruguayo, acertadamente denominada La Ciudad y los Signos, fue curada por Gabriel Peluffo Linari quien nos habló del criterio de selección de obras de Torres García: "Dado que esta tenía que ser una muestra chica, por condiciones de espacio y para darle un carácter más intimista, en contrario a las muestras habituales de Torres García, nos atuvimos a la relación existente entre la pintura de la ciudad, la ciudad como problema plástico y su "hallazgo" del lenguaje abstracto constructivista en relación con la ciudad. Ese cruce está permanentemente en toda la exposición y los cuadros están elegidos en función de ese guión, estrictamente". Elección atinada en tanto da una perspectiva no sólo del planteo estético del artista en relación a su ubicación en el mapa conceptual del arte de su época, sino que manifiesta claramente la impronta latinoamericana y, más precisamente, uruguaya de su devolución en obra al mundo que lo rodeaba. "Hemos priorizado la parte gráfica, porque Torres enfatizó en sus textos la necesidad de cruzar la pintura con el dibujo y con el esquema, que era su problema esencial desde el punto de vista de la abstracción, el esquema abstracto de la cosa, que hace que el dibujo cobre una importancia fundamental dentro de la pintura y viceversa", concluye Peluffo Linari.

¿Por qué hacer una muestra de Torres García? Esa es la pregunta con la que Aníbal Jozami, director de la UNTREF, abrió su discurso inaugural de la muestra. Y se responde: "Podríamos decir simplemente que es porque fue uno de los grandes artistas del siglo XX y que un artista de su envergadura ameritaba tener su presencia en este museo. Pero también creo que hay algo que lo hace muy particular a Torres García y que nos movió a hacer esto: alguna vez Simón Rodríguez, compañero de Simón Bolívar dijo, refiriéndose a los americanos que lo que teníamos que hacer no era imitar a Europa sino crear y crear algo nuevo. Ese era el concepto de América como tierra de utopías, tierra de nuevos pensamientos, de nuevas culturas y de nuevos proyectos sociales. Torres García es quien, desde el Uruguay, creo un estilo, un nuevo tipo de pintura, un concepto cultural y un concepto del arte ; y le dio al mundo un Constructivismo rioplatense que amerita nuestro homenaje y nuestro agradecimiento".

Más allá de todas nuestras palabras están las del propio artista. Y por sobre ellas, su arte único, primero y fundacional. Recorrer esta muestra es un privilegio que enriquecerá, sin dudas, a quienes se acerquen a disfrutarla.

MUNTREF | Valentín Gómez 4838 | Caseros | Buenos Aires | Argentina
Tel: 4759-3528/3578/3537
Martes a domingo de 11:00 a 20:00 hs.
Hasta el 30 de julio de 2011

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Mundo Fabril | Román Podolsky

por Verónica Miramontes

Expresiones cotidianas se articulan en una partitura fabril, cuerpos como partes de una máquina, algunos perdiendo partes de su cuerpo, otros un ser querido. Pero todos de algún modo están aferrados a la vida, encontrándose en el quehacer laboral o algún recreo, rasguñando algún rincón de este mundo con un pedido, un curso, una canción. La esperanza aquí es lo único que no pierden.  Algunos buscan reinventarse aun siendo parte de una automatización, logran encontrar una salida, no perder el sentido de lo humano, de lo incidental de la vida, del accidente como posibilidad.
La puesta es muy sencilla y eso la hace aun más bella. Román Podolsky, su director, tiene una mirada especial sobre lo cotidiano, lo rutinario, los modos del habla, los tonos y las expresiones, sabe destacar el brillo de lo más primario de la vida y el brillo que puede devenir, en este caso, de la repetición. Las actuaciones son muy buenas y están todas en un campo expresivo muy a la altura del mundo que arman, trabajan en conjunto, en contrapunto y en equipo como una buena fábrica productora de sentido y sensibilidad.

Teatro del Abasto | Humahuaca 3549 | Abasto | C.A.B.A. | Argentina
Tel: 4865-0014
Lunes a las 21:00 hs.

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Soldado anónimo, héroe de película
por Tadeo Martínez

Para empezar, he de decir que esto no es una reseña, ni una critica, y mucho menos un ranking sobre los soldados en el cine. Festejando el numero doce (¿Por qué no festejar un numero que no este redondeado?) y la llegada de “El Soldado”, inmediatamente se me ocurrió recurrir a mis experiencias con el cine bélico. Tampoco es una lista de lo que para mí son los mejores héroes de guerra sino enumerar a aquellos que, ante mis recurrencias a este género, puedo encontrar como los hombres mas remarcables en mi memoria. No soy un experto en cine bélico, pero sí alguien a quien le gusta. Obviamente, he tenido encuentros y desencuentros con este género, y más allá de que nombre a continuación películas altamente famosas, creo que sus personajes y protagonistas merecen un lugar en ESTO NO ES UNA REVISTA.

Si pudiera empezar la crónica poniéndole el nombre de un soldado, elegiría el de quien se convirtió en el mas anónimo de la Segunda Guerra. Porque el soldado raso James Francis Ryan (de Saving Private Ryan – Rescatando al Soldado Ryan, de Steven Spielberg) sufre de este error homónimo de no ser quienes todos creían que era. Tal vez, mas fácil que escribir y contar es ver y sentir, pero recordar al soldado Ryan como un héroe de guerra puede ser irónico, ya que no tiene su gran momento de héroe ni liberador de su escuadrón pero, aún cuando su nombre impregne la película, su imagen es recurrente como flashes a mi mente.

Siguiendo adelante, en forma de alineación desde lo menos a lo más memorable le siguen un grupo de soldados que han sido metidos todos juntos en la misma bolsa. Me refiero a Joker, Pyle y Cowboy de Full Metal Jacket (Nacido para matar, de Stanley Kubrick). Obviando aspectos básicos, como que la obra de Kubrick es una joyita, puedo decir que Nacido para matar mostró algo que nunca había visto: una época cruel y un maltrato enorme (sufrido básicamente por Pyle, con el cual puede justificar su locura) y, sobre todo, una película que no se basa ni una cuarta parte de su contenido en escenas bélicas. Una suerte de Ilíada, donde el impulso del cuerpo por matar es más fuerte en los soldados que cualquier otra cosa. Joker y Cowboy tratan de pasar la guerra viéndola desde fuera y con indiferencia, con una mirada casi nacionalista y en exceso personal.

Pero no todos los soldados son simplemente pequeños grandes protagonistas, no son una sombra pasajera en la historia, donde sus relatos sólo aspiran a permanecer largamente por el boca a boca. En Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, de Quentin Tarantino) no encontré nada más que un actor al que, de ahora en más, debo seguirle la carrera sino a un personaje que marcó un antes y un después en mi vida, al punto de que no puedo encontrar a otro nazi actoralmente mejor compuesto que este. El coronel Hans Landa, apodado “el caza-judíos”, da buena reputación a su nombre. Sus formas de modular, su ímpetu a la hora de hacer una tarea tan básica como comer y su maléfica mente maestra que actúa en base a sus conocimientos ante cualquier situación, simplemente se encuentra como uno de esos bastardos pero geniales personajes de película.

Llegando a la cumbre de mis recuerdos, está Władysław Szpilman un pianista (de la película que lleva el nombre de su profesión, dirigida por Roman Polanski) que se ha convertido en un soldado. Nunca llevó un fusil y lo único que tenía era un recipiente con comida enlatada.  En lugar de un uniforme optó, sin opción alguna, valga la contradicción, por ponerse unos harapos de mala muerte. Tampoco perteneció al ejército y, a fin de cuentas, todos podemos decir que es un simple músico. Pero mirando mas allá de las fronteras del deber, Szpilman se convirtió en un soldado de la supervivencia, contando una fuerte historia de vida y, en varias ocasiones, de encuentros con la muerte.
Aunque Szpilman es el principal personaje en la película, hay otro personaje nazi que me cautivó. Tal vez El pianista sea una de las pocas películas que mostró un lado humanista, mas allá del bien y el mal y de las luchas políticas. El capitán Wilm Hosenfeld suena amenazador en un principio: la escena donde hace su aparición estelar congela y golpea  tu corazón. Este hombre, que quién sabe cuántos judíos ha matado en su pasado, tiene gratitud, bondad y compasión para con nuestro protagonista, acobijándolo ante las peores situaciones.

Llegando al fin, he de descubrirles a mi referente: un desafortunado, pobre y sufrido héroe de guerra; un soldado que permanece en el anonimato encerrado en una habitación. Johnny Got His Gun (Johnny fue a la guerra, de Dalton Trumbo) es la obra antibélica mas bella que haya visto. ¿Qué es lo bello en esta obra? Simplemente una historia que contiene demasiados ingredientes y que es un plato gourmet. Joe Bonham es un joven reclutado para la Primera Guerra Mundial, donde en su desafortunada y corta estadía es mutilado corporalmente por una granada de fragmentación. Joe, queda totalmente sometido al destino, internado como un secreto monstruoso en un hospital; habiendo perdido sus brazos, sus piernas, parte de su boca; quedando ciego y sordo; y perdiendo lo más importante: su decisión de vivir. Johnny no puede tolerar vivir así, mezclando la realidad con el sueño e inventando extraños sistemas para saber cómo es el paso de los días. Johnny desea solo una cosa: morir. Pero los crueles cerdos de guerra no se compadecen con el joven soldado que vive en la agonía, atrapado no sólo por su incapacidad sino también por su propia mente.

La lista de estos pequeños héroes, impulsados a ser un ejemplo bélico, puede ser interminable. No sólo enumerando películas basadas en hechos reales sino yendo mucho más allá, hacia la ficción. Algunos más, otros menos, marcan las trayectorias y las grandezas anónimas de sus vidas. O dicho de otro modo: ser un héroe de guerra conlleva que casi nadie sepa de tus hazañas y que tu cara no sea recordada entre los integrantes de tu escuadrón.

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No toquen a la nena | Juan José Jusid
por Horacio Garcete

Con alguna arbitrariedad quizás, encuentro en todas las películas filmadas a mediados de los años ’70 explicaciones, cuanto menos indicios, de la tragedia colectiva que se cernía. Aun las producciones triviales, permiten entrever la tensión que se respiraba ante esa inminencia trágica. En ese sentido, No toquen a la nena de Juan José Jusid es emblemática.

Narra la historia de una familia “tipo” de clase media: un padre temperamental, arquitecto –o maestro mayor de obras-, madre ama de casa, comprensiva y dos hijos adolescentes, un varón y, por cierto, una “nena” (Patricia) que intempestivamente hace saber al papá (Augusto De Filippis) que estaba embarazada, que tendría al hijo y que no develaría la identidad del padre. Contra todos los pronósticos, Augusto pergeña el plan de casar de apuro a Patricia con un compañero de colegio de su hijo, Willy, anteponiendo para ello el “honor” del apellido, al rechazo que le deparaba al pretendiente.

Cumplido su objetivo, Willy y Patricia se casan, transcurrida apenas una semana de haberse conocido. Se celebra una fiesta de casamiento y se exhibe al matrimonio ante toda la familia y el barrio, para que todo se desarrollase en el marco de los cánones de una familia ordenada. Algo fallaría, al no prever Augusto que el novio daría un discurso agradeciéndole: “haberme confiado el hijo que Patricia lleva en sus entrañas: esa frágil vida que ya está proyectando la luz del amor sobre esta familia. Y aunque yo no sea el padre de ese ser que pronto llegara al mundo, prometo cuidarlo y quererlo, como si lo fuera”. Primeros planos sobre cada uno de los demudados invitados. Fin.

La excelente película se sostiene, ante todo, en el guión de uno de los autores más talentosos y sensibles del cine y el teatro locales: Oscar Viale (conjuntamente con Jorge Goldenberg, en este caso), responsable a su vez, del guión de otra producción notable de la época: “Mi novia el…” que con inusual audacia narraba las represiones sexuales que los machos argentinos de 1975 consagraban al “qué dirán”, la Vieja, los amigos del barrio o los compañeros de trabajo.

Esa temática es retomada en No toquen a la nena, desde el peso del prejuicio social en la historia que se cuenta, sobre una familia de clase media, expresiva también de un paradigma mucho más abarcativo: la escena en la que Haydeé le recrimina a Patricia su decisión de parir al hijo que esperaba sin un padre que se hiciera cargo, es uno de los puntos altos de la película.

El reparto de la película contribuye en mucho a la jerarquía que se destaca, las actuaciones son en el común de los casos notables, por todas, la del debutante Julio Chávez (en la piel del hippie Willy). Muchos de los nombres de los intérpretes resaltan el sentido que le damos a la película, esbozada al inicio de la columna. Juan José Jusid ha de haber tenido graves problemas para el estreno de la película en agosto de 1976: el grueso de sus protagonistas integraban entonces las ominosas “listas negras” confeccionadas por los criminales del terrorismo de Estado que ya se enseñoreaban en el poder: Luis Politti (Augusto), María Vaner (Haydeé), Pepe Soriano (Severino De Filippis, padre de Augusto), Norma Aleandro (Andrea, madre de Willy), Lautaro Murúa (Horacio, acartonado padre del hippie), Chunchuna Villafañe (la Mercedes), nombres destacados entre quienes eran mala palabra para los militares de esa dictadura.

Muchos, incluso, habían sido forzados al exilio, alternativa que no superaría Luis Politti, muerto de hepatitis en Madrid, a mediados de 1980. De pena en rigor.

Así, No toquen a la nena, es su anticipada e injusta despedida del cine. Uno de los tantos motivos por lo que se propone el rescate de esa película entrañable, y por otros, conmovedora.

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La imagen fue un fusil llorando | Julio Molina

por Verónica Miramontes

Atravesar un poco la vida de Roberto Arlt, su padecimiento por mirar y ver, por ser testigo/cronista…Recorrer sus miles de imágenes terribles, tan crueles como su Saverio de Saverio el Cruel…Darse cuenta de que su obra está atravesada por las imágenes que tuvo que presenciar como periodista asalariado, de que escribir fue su modo de plasmar sus ojos en papel/palabra escrita, buscando de alguna forma ya no ver más todo eso. Una sostenida y muy buena interpretación de Gabriel Fernández, una interesante puesta de luces y escenografía que acompañan muy bien ese rato donde podemos asomarnos a este escritor que ha quedado marcado y ha marcado su paso por la literatura argentina.

Templum | Ayacucho 318 | Congreso | C.A.B.A. | Argentina
Tel: 4953-1513 | 15-5925-5941
Sábado a las 21:00 hs.

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