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Nunca habrá la palabra final, tampoco la inicial.
Eric Laurent

Escritos

Poemas a caballo

LXI ¬ César Vallejo

Esta noche desciendo del caballo,
ante la puerta de la casa, donde
me despedí con el cantar del gallo.
Está cerrada y nadie responde.

      El poyo en que mamá alumbró
al hermano mayor, para que ensille
lomos que había yo montado en pelo,
por rúas y por cercas, niño aldeano;
el poyo en que dejé que se amarille al sol
mi adolorida infancia... ¿Y este duelo
que enmarca la portada?

      Dios en la paz foránea,
estornuda, cual llamando también, el bruto;
husmea, golpeando el empedrado. Luego duda,
relincha,
orejea a viva oreja.

      Ha de velar papá rezando, y quizás
pensará se me hizo tarde.
Las hermanas, canturreando sus ilusiones
sencillas, bullosas,
en la labor para la fiesta que se acerca,
y ya no falta casi nada.
Espero, espero, el corazón
un huevo en su momento, que se obstruye.

      Numerosa familia que dejamos
no ha mucho, hoy nadie en vela, y ni una cera
puso en el ara para que volviéramos.

      Llamo de nuevo, y nada.
Callamos y nos ponemos a sollozar, y el animal
relincha, relincha más todavía.

      Todos están durmiendo para siempre,
y tan de lo más bien, que por fin
mi caballo acaba fatigado por cabecear
a su vez, y entre sueños, a cada venia, dice
que está bien, que todo está muy bien.

A galopar ¬ Rafael Alberti

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Caballo místico ¬ Silvio Rodríguez

Érase un caballo con dos alas
que subía que volaba
como volaría el amor

érase un caballo con un cuerno
en la nariz que en primavera
se hizo buen galopador

érase un caballo con un hombre
y un arquero todo junto
con un solo corazón

érase que un beso era el olimpo
érase que abril era a las cinco

y las patas del animal místico
se enredaban en el aire
con su galope magnífico

y era que te había conocido
con tu nombre que volaba
con tu pequeño vestido.

A un domador de caballos (fragmento) ¬ Leopoldo Marechal

1
Cuatro elementos en guerra
forman el caballo salvaje.
Domar un potro es ordenar la fuerza
y el peso y la medida;
es abatir la vertical de fuego
y enaltecer la horizontal de agua;
poner un freno al aire, dos alas a la tierra.

¡Buen domador el que armoniza y tañe
las cuatro cuerdas del caballo!
(Cuatro sonidos en guerra
forman el potro salvaje.)
Y el que levanta las manos de músico y las pone
sobre la caja del furor
puede mirar de frente a la Armonía
que ha nacido recién
y en pañales de llanto.
Porque domar un potro
es como templar una guitarra.

Unos caballos ¬ Jorge Guillén

Pelados, tristemente naturales,
en inmovilidad de largas crines
desgarbadas, sumisos a confines
abalanzados por los herbazales,
unos caballos hay. No dan señales
de asombro, pero van creciendo afines
a la hierba. Ni bridas ni trajines.
Se atienen a su paz: son vegetales.
Tanta acción de un destino acaba en alma.
Velan soñando sombras las pupilas,
y asisten, contribuyen a la calma
de los cielos -si a todo ser cercanos,
al cuadrúpedo ocultos- las tranquilas
orejas. Ahí están: ya sobrehumanos.

Regreso del líder ¬ Marina Tsvatáieva

El caballo... cojo.
La espada... oxidada.
¿Quién es el líder
jefe de muchedumbres?

Paso -una hora.
Respiro -un siglo.
Mirando hacia lo bajo,
donde se encuentran tantos.

Enemigo o Amigo,
espina o Laurel.
Todo sueña.
El Caballo es Él.

El caballo... cojo.
La espada... oxidada.
La capa, vieja.
Más derecho el cuerpo.

Somos como un caballo sin memoria... ¬ León Felipe

Somos como un caballo sin memoria,
somos como un caballo
que no se acuerda ya
de la última valla que ha saltado.

Venimos corriendo y corriendo
por una larga pista de siglos y de obstáculos,
De vez en vez, la muerte...
¡el salto!

y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí, ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está sentado
al final de la carrera...
esperándonos.

Lloramos y corremos,
caemos y gritamos,
vamos de tumbo en tumbo
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.

Fábula XVII: El asno y el caballo ¬ Félix María Samaniego

«¡Ah! ¡quién fuese Caballo!
Un Asno melancólico decía;
Entonces sí que nadie me vería
Flaco, triste y fatal como me hallo.
Tal vez un caballero
Me mantendría ocioso y bien comido,
Dándose su merced por muy servido
Con corvetas y saltos de carnero.
Trátanme ahora como vil y bajo;
De risa sirve mi contraria suerte;
Quien me apalea más, más se divierte,
Y menos como cuando más trabajo.
No es posible encontrar sobre la tierra
Infeliz como yo.» Tal se juzgaba,
Cuando al Caballo ve cómo pasaba,
Con su jinete y armas, a la guerra.
Entonces conoció su desatino,
Rióse de corvetas y regalos,
Y dijo: «Que trabaje y lluevan palos,
No me saquen los dioses de Pollino.»